Lo que se conoció como la crisis de la eurozona comenzó en 2009 cuando los inversores se preocuparon por los crecientes niveles de deuda soberana entre varios miembros de la Unión Europea. A medida que comenzaron a asignar una prima de riesgo más alta a la región, los rendimientos de los bonos soberanos aumentaron y presionaron los presupuestos nacionales. Los reguladores notaron estas tendencias y rápidamente establecieron un paquete de rescate de 750 mil millones de euros, pero la crisis persistió debido en gran parte a desacuerdos políticos y la falta de un plan cohesivo entre los estados miembros para abordar el problema de una manera más sostenible.
Cronología y causas
La crisis de la eurozona comenzó a finales de 2009 cuando Grecia admitió que su deuda había alcanzado los 300.000 millones de euros, lo que representaba aproximadamente el 113% de su producto interior bruto (PIB). La constatación se produjo a pesar de las advertencias de la UE a varios países sobre sus niveles de deuda excesivos que se suponía que tenían un tope del 60% del PIB. Si la economía se desacelera, los países podrían tener dificultades para pagar sus deudas con intereses.
A principios de 2010, la UE observó varias irregularidades en los sistemas contables de Grecia, lo que llevó a revisiones al alza de sus déficits presupuestarios. Las agencias de calificación rápidamente rebajaron la calificación de la deuda del país, lo que llevó a que se expresaran preocupaciones similares sobre otros países en problemas de la eurozona, incluidos Portugal, Irlanda, Italia y España, que tenían niveles igualmente altos de deuda soberana. Si estos países tuvieran problemas contables similares, el problema podría extenderse al resto de la región.
El sentimiento negativo llevó a los inversores a exigir mayores rendimientos de los bonos soberanos, lo que exacerbó el problema al hacer que los costos de los préstamos fueran aún más altos. Los mayores rendimientos también llevaron a menores precios de los bonos, lo que significó que los países más grandes y muchos bancos de la zona euro que tenían bonos soberanos comenzaran a perder dinero. Los requisitos reglamentarios para estos bancos les exigían amortizar estos activos y luego reforzar sus índices de reservas ahorrando más que otorgando préstamos, lo que ejerce presión sobre la liquidez.
Paquete de rescate
Después de un modesto rescate por parte del Fondo Monetario Internacional, los líderes de la eurozona acordaron un paquete de rescate de 750 mil millones de euros y establecieron el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF) en mayo de 2010. Finalmente, este fondo se incrementó a aproximadamente 1 billón de euros en febrero de 2012. , mientras que se implementaron varias otras medidas para detener la crisis.
Las medidas de rescate fueron muy criticadas e impopulares en países como Alemania, que tienen economías más grandes y exitosas.
Los países que recibían fondos de rescate del EFSF debían someterse a duras medidas de austeridad diseñadas para controlar sus déficits presupuestarios y los niveles de deuda pública mediante la reducción del gasto. En última instancia, esto condujo a protestas populares a lo largo de 2010, 2011 y 2012 que culminaron con la elección de líderes socialistas anti-rescate en Francia y Grecia.
Soluciones potenciales
El fracaso en la resolución de la crisis de la zona euro se ha atribuido en gran medida a la falta de consenso político sobre las medidas necesarias. Los países ricos como Alemania han insistido en medidas de austeridad diseñadas para reducir los niveles de deuda, mientras que los países más pobres que enfrentan los problemas se quejan de que la austeridad solo está obstaculizando aún más las perspectivas de crecimiento económico. Esto elimina cualquier posibilidad de que “crezcan” del problema mediante la mejora económica.
El llamado eurobonos se propuso como una solución radical, una garantía que fue suscrita conjuntamente por todos los estados miembros de la eurozona. Es de suponer que estos bonos se negociarían con un bajo rendimiento y permitirían a los países financiar con mayor eficiencia su salida de problemas y eliminarían la necesidad de costosos rescates adicionales. Sin embargo, estas preocupaciones se mitigaron con el tiempo a medida que la deflación se afianzaba y los bonos se convertían en un activo refugio para los inversores que buscaban rentabilidad.
Algunos expertos también creen que el acceso a la financiación de la deuda a bajo interés eliminará la necesidad de que los países se sometan a medidas de austeridad y solo retrasará un inevitable día de ajuste de cuentas. Mientras tanto, países como Alemania podrían afrontar la mayor parte de la carga financiera en caso de incumplimiento o problemas con los eurobonos. La deflación prolongada también podría mantener a raya el crecimiento y sigue siendo un problema en 2019.